sábado, 22 de septiembre de 2012

Te esperé. Toda la noche esperé el momento en que por fin estaríamos juntos. Te pude ver a lo lejos, pero luego te perdí en la mirada. Comenzaba a pasar el tiempo y mi ansiedad aumentaba. Te buscaba entre las filas y no lograba encontrarte. Me sentía en un bosque, atrapada, donde nunca podía encontrar aquella salida que me llevaba a la felicidad. Me perdía entre la gente tratando de buscarte, iba de un lado a otro y no lograba encontrarte. Cuando ya casi me rendía, tratando de despejar mi mente de vos, te vi. Allá, rodeado de personas, sonriendo como siempre te veía y te recordaba. El corazón se me paró. Ese era el momento, no podía dejarlo ir. Me atreví a las consecuencias y fui a buscarte. En el camino la gente me paraba para saludarme. La sonrisa no salía de mi cara, tratando de ocultar mi ansiedad para saludarte y poder estar aunque sea unos segundos con vos. Por fin estaba a unos metros de vos, sentía sus miradas mientras yo hablaba. Hasta que por fin me decidí y nuestras miradas se cruzaron. No me aguanté y fui a saludarte. Tu sonrisa al verme me paralizaba, no tanto como aquél abrazo que me diste. Deseaba que el tiempo se parara y que ese abrazo no se terminara nunca. Después de tanto tiempo pudimos estar juntos un rato. Un susurro me hizo dudar, pero lo alejé de mi mente, y mi único pensamiento fue aquél inolvidable abrazo de la persona que más quise.

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